Trabajo en investigación y estudio ciencia desde hace más de 15 años, eso quiere decir que me cuesta expresar una disposición no elaborada ni sesgada por mi trayectoria vital. Sin embargo me parece un ejercicio interesante tratar de describir mi visión de la ciencia en este camino, empezando por la actual y volviendo hacia atrás en el tiempo.
2022: la ciencia es una obra colectiva, formada por un collage de muchas piezas imperfectas, hecha de horas y horas de esfuerzo, con pocos picos de concentración, y un mar de aburrimiento, rutina y dedicación. Una obra compleja, lenta, controvertida. Un trabajo sesgado por tiempo y dinero (“¿En cuantos meses se me acaba el proyecto?” “¡Vamos a publicarlo, que hace curriculum!”). Soy de formación físico, me ocupo de modelos matemáticos y trabajo en un centro de ecología: tengo claro que estamos todos bajo el paragua de la ciencia e de su método, pero por ahora no hablamos el mismo idioma, y nuestro mayor esfuerzo está en encontrar las preguntas en común y hacer un trabajo fino de traducción e interpretación mutua.
La ciencia en estos últimos años es mi alimento cultural, leer de otros campos que no conozco a veces me asombra tanto que no entiendo porque nos queremos entretener con mundos fantásticos y ficticios, pienso en Shakespeare, que escribió (más o menos):
“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tus series de Netflix”
2020: año de la pandemia. Estoy totalmente convencido de que, si todo el mundo fuese más racional y científico, saldríamos antes y mejor de esta pesadilla.
Afortunadamente este año no trabajo como investigador. A mi alrededor amigos y conocidos, de varias formaciones y oficios, analizando datos de contagio y haciendo predicciones. Yo por mi parte decido que esta no es mi trinchera. Que estudien y saquen conclusiones los expertos.
Tengo mucha confianza en el trabajo de la maquinaria investigadora e industrial para desarrollar las vacunas. Observo con comprensión, mesticia y resignación mujeres y hombres buscando desesperadamente respuestas y certezas, confiando y despreciando a la vez una máquina del conocimiento la cual, por su misma constitución, no puede proporcionar respuestas ni rápidas ni ciertas. Esas respuestas parciales de la próxima semana que contradirán las de la semana anterior: sé que todo esto forma parte del proceso normal de la investigación, pero sigue siendo angustiante.
No me gusta nada estar dentro de un experimento, dentro del fenómeno. Se hace mejor ciencia y se piensa mejor cuando no eres tu el bicho en la placa de Petri.
A posteriori, un par de años después, queda un mal sabor en la boca: sabe a meses en los cuales la parte racional mía y de mi alrededor se vio muy reducida y las capacidades de confronto, debate y persuasión llegaron a convertirse en una pelea entre simios (con todo mi respeto para los simios), y, sobre todo, sabe a distancias, abrazos y besos negados, a las caras de la gente tapadas. Me pregunto si podía haber sido más lúcido, y si todas estas normas deshumanizantes fueron necesarias, y compruebo con cuanta rapidez la mente borra (o se olvida, o censura) lo malo del pasado, cuando la enfermedad era desconocida, cuando no había protocolos terapéuticos claros, ni vacunas, y los hospitales estaban saturados. Pienso también que al mismo tiempo que la mente olvidaba, una parte importante de mujeres y hombre de ciencia sacaba resultados clínicos y fármacos. En el cortocircuito emotivo y racional, veo la pandemia moverse demasiado lentamente, y la ciencia contrarrestandola rápidamente, y todo lo contrario.
2017-2018: Trabajo en un instituto de astrofísica, donde hay una unidad de cultura científica, y ahí me empiezo a interesar de divulgación. Me apasiona el carácter multidisciplinar de las actividades de difusión y comunicación: para relatar de ciencia hay que saber y saber hacer un poco de todo. Hablar de ciencia por y para un público responde a una de mis inquietudes más profundas: que se me entienda, de verdad, cuando trato de compartir lo bello de descifrar el mundo, de ver la realidad bajo las gafas de la ciencia. Demasiadas veces en mi vida personal esa gana se me ha frustrado: la gente está normalmente distraída, preocupada o egotica para meterse en una descripción científica.
2013-2014: Después de una ruptura de pareja importante, me veo estudiando un vasto temario para opositar como docente de secundaria en matemáticas: definiciones, teoremas, demonstraciones, resolución de problemas. Las matemáticas son mi forma de dar un orden al mundo, de (re)construirlo desde cero. Porqué estas no fallan nunca, y su lógica de lleva paso a paso en un viaje armónico y racional. El examen de oposición no fue bien, pero la terapia científica me sentó de maravillas.
2007-2011: Tesis de doctorado. Esta es la ciencia: cuatro años de muchísimas pruebas, de tirarse a lo loco en muchos ensayos y errores, con poquísimos resultados minimamente válidos. Ansiedad por publicar, que en nada la beca se acaba.
Aun no sé cómo sobreviví a todo esto: hoy día mi trabajo es de estudiar y pensar, y aun pensar y estudiar hasta la saciedad antes de intentar un ensayo. Algunos la llaman madurez científica, otros pereza.
2004-2006, y 2011-2013: Trabajo en modelos matemáticos en biología de sistemas, en concreto estudiando algunos aspectos de la dinámica del desarrollo del cáncer y crecimiento tumoral.
Durante estos años algunos familiares y una amiga fallecen por un tumor. Percibo la enorme distancia entre mi línea de investigación, consistente en unas especies de (video)juegos, de simulaciones al ordenador, y la dura realidad de los enfermos y de sus familias que quieren repuesta y soluciones lo antes posible. Me gustaría contribuir ya mismo, pero los avances son lentos, colectivos, de desarrollan a lo largo de generacionales de investigadores y de décadas. Hay ganas de resultados inmediatos, que no llegan.
En estos años operan mi madre de un tumor de mama. Al volver a mi despacho voy leyendo las variables y programando mi código: “N con t, número de células tumorales activas, N con n, número de células tumorales necróticas…” Ahora estos símbolos metidos en formulas saben distinto, me asustan.