Primeras opiniones, lo poco que he entendido…
Mi impresión sobre el estado actual y futuro de la sostenibilidad energética tiene forma de una brújula con sus cuatro direcciones, para orientarme. Hay optimismo y pesimismo, hay una escala individual y otra colectiva:
Dirección micro-pesimista:
Me considero un ciudadano con un estilo de vida bastante sostenible. Calefacción y aire acondicionado en casa, lo justo. Me desplazo en bici por la ciudad. En general consumo poco, odio ir de compras.
Así me considerABA, hasta esta semana, cuando descubro que las emisiones mundiales medias por persona son de 6 toneladas equivalentes de CO2, y un vuelo intercontinental de ida y vuelta emite 2 toneladas de CO2 por pasajero. Ya, porqué llevo más de 15 años viajando entre España y Italia en avión, mínimo 4 veces por año, máximo… prefiero no hacer cuentas.
Desconsolado pienso que en buena fe no percibo tener un estilo de vida excesivo, y esto es un problema, porqué eso mismo muy probablemente lo piensan todos y cada uno de nosotros.
Dirección macro-pesimista:
Al margen de un notable replanteamiento político y tecnológico de estos últimos años sobre la situación energética, hay un enfoque demasiado centrado sobre la producción de energía limpia, y muy poco sobre la reducción de los consumos. Se considera el consumo y las necesidades energéticas como algo persistente, creciente e incuestionable, que hay que alimentar y sustentar de una forma u otra.
Siempre me llamo a la atención un escrito de Bertrand Russel “elogio de la ociosidad”. En 1932 el filósofo escribía:
“La técnica moderna ha hecho posible reducir enormemente la cantidad de trabajo requerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos.
[…] La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite mantener las poblaciones modernas en un considerable bienestar con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la organización científica […] se hubiera mantenido al finalizar la guerra, y se hubiesen reducido a cuatro las horas de trabajo, todo hubiera ido bien.”
Entonces si en 1932 las sociedades occidentales ya tenían lo imprescindible para una vida digna, deberíamos tener más o menos las mismas necesidades energéticas de aquellos años, sin embargo no es así. ¿Que ha pasado en los siguientes 90 años? Creación de necesidades accesorias y fútiles, producidas para Europa y EEUU en los países emergentes asiáticos.
Necesitamos entonces, a la vez que el creciente esfuerzo tecnológico sobre las energías renovables, soluciones políticas globales, decisiones drásticas, y también educación colectiva en cuanto a un progresivo decrecimiento en el estilo de vida occidental.
Dirección micro-optimista:
Poco tengo que decir: puedo aprovechar este curso para ganar más conciencia sobre mi estilo de vida y mis consumos.
Dirección macro-optimista:
Me parece interesante el hecho de que actualmente se están explorando las fuentes renovables en múltiples direcciones (eólico, solar, mareomotriz) y a diferentes escalas de consumo (desde el uso doméstico en las casas, hasta pequeños edificios, pueblos, grandes ciudades y rascacielos). Además ya crece la idea, entre los agentes desarrolladores de renovables, de un futuro energético donde haya una multitud de soluciones, integradas en red por sistemas inteligentes de control, ya alcanzables a nivel tecnológico. Un entramado de fuentes renovables dotado de un sistema de distribución eficaz sería pues descentralizado, y fomentaría un nuevo concepto de producción local y de mutua ayuda y cooperación entre agentes productores y consumidores de energía.
Desde el punto de vista social, creo que el recién acontecimiento del lockdown global, y la actual crisis de las mercancías y de las tecnologías procedentes de China, pueden razonablemente ayudar a pensar un necesario mundo próximo futuro con menos consumos y más producción local.