Estudio del artículo de Elliott Sober “El significado de la casualidad genética”, del libro «Genética y justicia» (A. Buchanan, D.W. Brock, N. Daniels, D. Winkler, Cambridge University Press, 2002)
El trabajo de Sober proporciona varios argumentos que amplían un poco la base de conocimientos en la investigación de la interacción entre genética, factores ambientales y fenotipos, para un público no experto, aunque me temo que sería necesario explicar conceptos incluso más básicos para acercarse a un público realmente amplio.
Una de las ideas que interviene en distintas partes del texto, y que más destaco, se refiere a la brecha entre conceptos y categorías sociales humanas y las que proceden del desarrollo de investigación en genética y bioquímica.
Pues la cultura popular social impone conceptos dicotómicos/binarios, e.g. puedo estar o enfermo o sano (aut aut), y escalas de evaluación únicas y monótonas, e.g. hay individuos más inteligente o más estúpido que otros, hasta algunos que son los más inteligentes de todos, y finalmente estrictas asociaciones causa-efecto.
Por otra parte las categorías binarias y las escalas de valor únicas encajan mal con las categorías procedente de los métodos de investigación en genética y bioquímica, los cuales involucran muchos factores, i.e. genes, ambiente, rasgos y entorno, analizándolos con herramientas de estadística poblacional.
Seguramente esta distancia entre los dos enfoques se debe a la extrema complejidad de las rutas genéticas, metabólicas y de desarrollo, que apenas estamos empezando a vislumbrar en la comunidad científica, y más en general en la dificultad intrínseca que tenemos en movernos entre un modelo microscópico y otro macroscópico de la realidad, a la hora de comprenderla e interpretarla. Análogamente se encuentra algo parecido en las investigaciones en neurociencia, entre las ramas fisiológicas (bottom-up) y psicológicas (top-down).
No hay que olvidar que esta complejidad biológica ha sido demasiado simplificada en los mass media, sobre todo en la época de oro de la genética, en los años 2000, cuando los periódicos publicaban muy frecuentemente artículos que revelaban el descubrimiento del (¡único!) gen causante una determinada patología o rasgo: el gen de la homosexualidad, el de la actitud violenta, de la depresión etc. etc. reforzando un nexo estricto causa-efecto en genética, un campo de conocimiento que por aquel entonces avanzaba a pasos de gigantes crecía en popularidad.
Además el tipo de categorización popular/social se ha hecho aún más estricto en esta ultima década, caracterizada por una hipertrofia de las comunicaciones y de la información, que, lejos de fomentar y democratizar un pensamiento posado y crítico, más bien ha polarizado aún más la forma de analizar la realidad, en un clima de ansia para el alcance de la “perfección” y “el control total” (en términos científicos diríamos “determinismo absoluto”).
En consecuencia de todo esto, creo que como sociedad aún no hemos llegado a incorporar en la cotidianeidad un pensamiento probabilístico, y una práctica de toma de decisiones según el principio del “as best I can”, a lo mejor de mis posibilidades actuales y contingentes, que es precisamente el mismo principio que debería reglar los procesos de investigación científica, ya que no proporcionan conclusiones absolutas, ni deterministas.
La experiencia reciente de las dinámicas sociales durante la pandemia de COVID en sus varios colectivos (instituciones, mass media, ciudadanos) definitivamente es la demonstración que precisamos como especie de unos cuantos (muchos) años de evolución para madurar un pensamiento más maduro y científico en la toma de decisiones.
En el fondo las estructuras genéticas y metabólicas y nosotros mismos somos productos de un proceso evolutivo neutro, ni bueno ni malo, que no ha hecho más que “poner parches” uno sobre otros a lo largo de millones de años, encontrando soluciones sub-optimas, provisionales sobre estructuras preexistentes. Entonces para tomar posiciones fundadas y consciente ante problemáticas sociales y éticas de la actualidad en el campo de las ciencias biomédicas, hay que asumir este “principio de incertidumbre” evolutivo.
Entrando en los puntos más técnicos del artículo, hay algunas especificaciones que me parecen importantes:
-) Hay una intersección entre los fenotipos, formados por genes y rasgos, y ambiente, que contiene también los rasgos, entonces los rasgos constituyen una especie de puente para la retroalimentación entre genes y ambiente.
-) Entonces podríamos reflexionar sobre las características de una vida humana y su desarrollo en términos de características genéticas versus ambiente, “naturaleza contra educación”, pero también como características genéticas que inducen moverse en cierto ambiente, “naturaleza a través de la educación”. Este para mi es un punto controvertido y delicado, debido a sus implicaciones con el libre albedrio, sobre todo en aspectos elaborados de la vida humana como la filiación política, las ideas religiosas, o la orientación sexual.
-) La sutil diferencia entre caracteres heredados y genéticos, con referencia a la inmunidad de un feto adquirida por la madre.
-) Para desarrollar un rasgo la presencia de un determinado gen en algunos casos no es necesario, en otros no es suficiente. Entonces la relación gen-rasgo es de causalidad blanda, no estricta y ni determinista.
-) El análisis de varianza ANOVA, que se emplea de manera extendida en los laboratorios de genética, evidencia que la interacción genes y entorno puede ser en muchos casos no-lineal, indicando que la cuestión sobre cuánto contribuyen los genes, en comparación con el entorno, a un rasgo, es mal puesta, incluso más allá de un análisis individual, i.e. en estudios poblacionales.
Me quedo al final de la lectura con la impresión que en la investigación en genética está pasando algo parecido a la física cuántica: nadie la consigue entender totalmente, pero funciona, es decir tiene frutos, aplicaciones reales.
A raíz de cuestiones (bio)sociales y (bio)éticas, deberíamos además enfocar la atención más que en las categorías sano/enfermo, inteligente/mas inteligente hábil/muy hábil, en sus propias implicaciones para el bienestar, en la felicidad y en el equilibrio del individuo, y la supervivencia de la especie. Eso es, encontrar el parche evolutivo más adapto a la solución del problema, antes de pensar de construir la maquina perfecta.
Evidentemente me parecería sumamente útil elaborar un tipo de comunicación científica para público general, basada en conceptos y resultados científicos con cierto grado de profundidad, con el fin de abrir un serio debate público también para otras problemáticas sociales y éticas: pienso sobre todo en temas actuales y candentes como la crisis energética y la crisis climática.