Historia global de la escritura y epistemología histórica

La escritura, el medio de elaboración y transmisión del conocimiento por excelencia, no es de por sí un universal cultural. Es a todos los efectos un artefacto cultural, y tal como apareció en la historia de la humanidad, con los primeros sistemas pictográficos entre el 6500 y el 5500 a.C., en algún momento podrá desaparecer. De hecho, la revolución digital ya está modificando el escribir y el leer de tal manera que actualmente concebimos el libro y la lectura, como objetos y tipos culturales, de forma muy distinta con respecto a hace unas pocas décadas.

Los distintos tipos y usos de la escritura a lo largo de la historia han dado origen a cambios en la historia cognitiva y en la historia del conocimiento humano, siendo la relación escritura-conocimiento bidireccional. Podemos identificar entonces la historia global de la escritura como una macrohistoria epistémica, desarrollada en cuatro fases: la fase ágrafa, la de escritura pre-moderna, la moderna o era Gutenberg y la fase digital. A lo largo de estas fases, las técnicas y tecnologías asociadas a la escritura cambian, plasman y modifican el valor que se le da a este medio, mientras que sus productores y usufructuarios también sufren una evolución. Evolucionan de la misma manera el alcance de la escritura (en particular con la imprenta de Gutenberg), el tipo y la variedad de contenidos.

Finalmente, lo que da a la historia de la escritura un carácter profundamente ligado a la epistemología histórica, se debe a una autentico desarrollo histórico del objeto de la escritura, de su fin último en cuanto al rol de “descriptora” que posee: es decir el propio mundo que describe.

En la fase ágrafa, el lenguaje era componente cultural más importante para gestionar la relación sujeto mundo, es decir marcarla y actuar de intermediaria. Con la fase de escritura pre-moderna, el mundo es descrito e interpretado a través de la hermenéutica de los textos sagrados, que establecen una tradición, y modulan colectivamente la relación sujeto mundo. La revolución de la fase Gutenberg, con su crecimiento explosivo de textos, autores y lectores, crea infinitos mundos, individuales y colectivos, tantos internos como externos a la experiencia humana, reales, realistas, o imaginarios, junto con una multiplicidad de interpretaciones. En la última fase, la digital, la constante y continua generación y fruición de hipertextos, horizontal y sin jerarquía, tiende a desintegrar la dualidad sujeto-mundo, así como la de individuo-colectividad y la multiplicidad de mundos generados en la fase anterior, con un serio riesgo de terminar con la muerte del conocimiento y de la creación, y por ende de la ciencia.

Trasladando este escenario a una metáfora extraída de la física, podríamos comparar el estado final de la era digital con la muerte térmica, i.e. un posible estado del universo, cuando todo tendrá la misma temperatura, de manera perfectamente homogénea, y no habrá así ningún movimiento, ninguna dinámica. La muerte térmica se llama también muerte entrópica: el universo habrá alcanzado la máxima entropía, y no habrá energía libre para crear y mantener la vida y cualquier otros procesos.

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