Andrea: ¡Pobre del país que no tiene héroes! Galileo: No. Pobre del país que necesita héroes.
Bertolt Brecht, Vida de Galileo, 1938-1939
Rafael Garrido Haba fue mi jefe de investigación durante dos años. Cuando lo conocí ya tenía Parkinson desde hace mucho. Viví, durante los meses que pasaron desde mi primera entrevista hasta firmar el contrato, los cambios que tuvo con una operación sofisticada que se hizo para controlar algunos síntomas. Siempre hemos tenido una buena relación laboral y personal, me ha dado mucha libertad de investigación, y ha aguantado mis demoras y crisis vocacionales/existenciales, manteniendo siempre el tipo. Es además un buen hablador, y contador de grandes anécdotas: definitivamente adecuado para poder escribir una historia. Les propongo de entrevistarlo con el fin de tener material para un relato sobre él y el Parkinson, y acepta inmediatamente y sin ninguna condición o restricción. Antes de la entrevista he recogido un poco de información previa: artículos del periódico local, un par de documentarios cortos que describían su trayectoria científica y de vida. Eso estaba bien, pero yo además tenía el lujo de poder hablar de tu a tu con él, y con mis preguntas detalladas habría podido descifrar la persona, el científico y su relación con la enfermedad.
A Rafa diagnosticaron el Parkinson con 49 años, en el 2001: “Me temblaba el dedo gordo del pie izquierdo, lo dejé pasar. Pero cuando ya era completamente autónomo, me fui al neurólogo, el profesor Maldonado, el cual, nada más que verme entrar dijo: ’No hace falta que te visite…tienes Parkinson, se ve de la forma de caminar…’.”
Rafa relata con detalles típicos de hombre de ciencia, diría con curiosidad científica: “Tengo la substancia nigra del hemisferio derecho que no produce dopamina, así tengo movimiento incontrolado de la parte izquierda, congelaciones y paro brusco durante la caminata” – “Por el tema de que en el cerebro hay inversión derecha izquierda”- “¡Efectivamente! Solo años después me hicieron una resonancia con un marcador radiactivo para localizar exactamente la zona afectada.”
Siempre le ha gustado el baloncesto, y hacía los partidillos semanales con su peña hasta hace pocos años: “Cuando jugaba los partidillos de baloncesto, botando con una pelota llegaba antes que andando: tengo metido en el cerebro el aprendizaje de portar el balón metido en un circuito neuronal. Con el terapeuta ocupacional de la asociación de Parkinson que frecuento, sigo yendo a canasta.”
Volvemos a entrar en detalles terapéutico y médicos, en nuestro territorio científico hablamos y escuchamos con mucha soltura: “Con un par de pastillas de L-Dopa, hoy día todos pueden ser gente normal. Lo que pasa es que después de mucho tiempo aparecen los efectos secundarios de la L-Dopa, los movimientos incontrolados, pareces un “oso en la jaula”, y además esa sola no puede con todos los síntomas del Parkinson, los peores son la rigidez y la bradicinesia. Para esto hay tratamientos de última generación, como la operación que tuve.”
Actualmente Rafa anda acompañado de un bastón, al arrancar la caminata en el pasillo se toma un par de segundo para concentrarse sobre sus pies, y después de unos pasecitos muy cortos, de pocos centímetros o milímetros, y muy rápidos, ya puede andar con paso constante y regular sin pensárselo mucho. Es como si el proceso de andar necesitara antes una carga con un muelle manual, mediante voluntad y perfecta conciencia.
El tema de la operación me parece interesante, y tomo la ocasión al vuelo: “¡Háblame de la operación! ¿Te refieres al implante que te pusieron en el 2016, verdad? ¿Puedes contarme como fue?” -“Tengo dos electrodos en una glándula… de las que que hay por ahí, que la excitan con una señal eléctrica, un pulso periódico”. Para esto tuvo una operación a cerebro abierto. Como no hay en el cerebro terminaciones nerviosas del dolor, pudo estar despierto durante toda la operación: “Es más, tenía que estar despierto, para guiar el neurocirujano durante la intervención, tenía que describirle mis sensaciones, si algo en el pensamiento o en las percepciones iba raro. En un momento determinado me dolieron las sienes, y tuvo que corregir la trayectoria. Entre en confidencia con el cirujano, el doctor Katatis, una eminencia en su especialidad: tenía muy buenas modales y hablaba muy fino, pero durante la operación se le escapó un “¡coño!”, y yo les amonesté, a la eminencia, con un “¡esa boca!” en frente de todos sus ayudantes discípulos que les respetaban mucho. Así les dije: ‘Te llamo a la atención porqué yo también soy doctor, antes que tu… me doctoré en el 79!’. Después de la operación me vino a visitar en mi cuarto del hospital y pudimos hablar dos horas de la vida y de sus miserias, de sus bellezas o de sus grandezas…”
Empezamos a hablar de su trabajo, de cuando tuvo la idea de ser astrofísico: “Con 17 años me compré mi primer telescopio, ahorré un verano ayudando a mi padre, que era albañil, y con el dinero que me dio me fui a Madrid a comprar un Zeiss…” – dice con orgullo – “Pero creo que decidí ser astrofísico tras ver la película ‘2001, una odisea del espacio’, me recuerdo perfectamente cuando la vi, era en el teatro cine Cervantes.” A partir de ese momento descubro un hombre que se ha dedicado con pasión a muchas cosas: “Tenía un grupo de teatro que se llamaba ‘almuédanos’. He sido actor en cortos de 35 mm: escribía con mi grupo unos guiones, que fueron premiados por la Junta de Andalucía, el premio era rodar las pelis. Tuve un momento que tenía que decidirme, cuando empecé la carrera: ¿sigo estudiando o me dedico al teatro?”. En el instituto de astrofísica consiguió juntar su gran afición al cine con su trabajo, montando un ciclo de charlas de Astrocine, que en su primeros años llevó de gira por varias ciudades del país.
De minuto en minuto tengo la neta sensación que Rafa ha tenido mil y una vida, en cualquier cosa se mete, les pone una intensa dedicación. Mucho relato para mi, intento desviar la conversación nuevamente en el trabajo, quiero encontrar finalmente el nexo entre labor de científico y desarrollo de la enfermedad.
“Fuiste el primer becario del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) aquí en Granada, como te sientes ahora, con lo que ha crecido el instituto[1], ¿Cómo se siente quien participo al principio del todo para que arrancara esto?” Al contrario de lo que se podría imaginar de un académico de largo recorrido, frente a ese tipo de comentarios Rafa es tímido y escurridizo, con un toque de formalidad: “Me siento bastante orgulloso de que sea así gracias en parte a mis conocimientos y a mis prestaciones como persona, siempre ligada a este centro…” – y sigue recordando- “En el año 76 yo fui el primer becario del IAA: éramos solo 4 personas, a la vez formábamos la junta, el claustro, los departamentos, pero contábamos con la colaboración de mucha gente. Mi tesis de doctorado fue una de las primeras tesis de astrofísica en España.”-“Tendrás muchas anécdotas: recuerdo la que me contaste una vez, de cuando te subías al observatorio del Mojón del Trigo con un saco de dormir, y medias el periodo de oscilación de las estrellas con telescopio óptico y un cronometro de mano, ¿recuerdo bien?” – “Un cronometro y una salida en papel continuo con una aguja, conectada a un amplificador. Podía estar ahí arriba 15 días seguidos, comiendo latas de fabada, y sin agua, bebiendo de la nieve.”
“¿Y el tema que más te apasiona entre tus líneas de investigación?” – “Me mueve profundizar el concepto del tiempo, un parámetro que describe una trayectoria, y que puedes cifrar en un Lagrangiano. El observador puede ver el tiempo de dos maneras…” – y empieza a desarrollar los detalles de su teoría – “Quizás nadie me crea, al no ser teórico no tengo mucha idea. Yo empecé a investigar al principio como observacional… en cuanto a mi formación en realidad de título soy químico (con mi gran asombro, no lo hubiera nunca pensado, NdR), estudié los exámenes de mi primer año casi sin atender a clase, porqué hubo una huelga universitaria contra Franco, tengo unas deficiencias tremendas en física teórica y matemáticas…” Rafa tiene mucha (a veces demasiada, NdR) modestia y cautela al hablar de si mismo, sobre todo en cuanto a sus estudios y sus investigaciones. Son señas de autocrítica, mucha reflexión interna y honestidad intelectual, definitivamente más de científico que de académico.
Se adentra en su concepción de la ciencia: “En cuanto al método científico, yo sigo la idea de Popper de la falsación[2]: de una teoría física no se puede decir que es la verdad, porqué una verdad absoluta no existe… eso lo tiene solo la religión”- y en consideraciones más personales sobre lo que más le gusta del proceso de investigación: “Me gusta la ciencia porque es un modo de ejecutar la imaginación de forma doble: tienes que imaginar la forma en que puedes demonstrar que lo que has imaginado es verdad, hay un feedback. Ese es el momento que disfruto más de la ciencia, es un proceso de falsación de Popper. Sino quedaríamos en la imaginación de la gente de letras, que es una primera imaginación, que no es poco… En todo caso la ciencia solo se puede hacer con imaginación.”
Observo que imaginación quizás es elemento común a todos sus intereses: la actividad teatral, la afición para el cine, la forma en que piensa sus ideas de investigación en astrofísica. Pero también el juego del baloncesto y el ajedrez: en el fondo para desarrollar estrategias hace falta una buena dosis de imaginación. “¡Cuantas cosas Rafa!”-“Soy una persona inclasificable. Y eso me gusta!” Dice riéndose.
La reflexión y honestidad que vierte en argumentaciones científicas también se ve reflejado en sus relaciones con sus doctorandos, postdocs y compañeros en el trabajo: “No trato la gente de mi grupo como productores de artículos o de ideas. No podemos tratar la personal como un ordenador o como una máquina, y seguro hay mucha gente en este mundo que comparte esas ideas.
El ser humano tiene una dimensión que trasciende la ciencia. Hay actividades del ser humano que son más interesantes para mis gustos que no son científicas, eso no quiere decir nada en contra de la ciencia.”
Me gusta mucho esta ultima consideración, pero también me descuadra una vez más la idea de científico, académico, investigador en astrofísica y parkinsoniano que quería para este relato/entrevista: no es un grandullón académico, sus calidades humanas en el trato con la gente son reconocidas en todo el instituto, y ni siquiera pone la ciencia por encima de todo.
Intento ver si puedo dar con mis preguntas más importantes, de ahí por fin saldrá un personaje complejo, un luchador, un héroe: “¿La ciencia puede ser una cura, una forma de metabolizar lo que pasa en la vida?” – se queda pensativo – “La ciencia…” – “Si, la ciencia…” – se queda más pensativo – “Pues nunca lo había visto así, desde esta perspectiva, Sebastiano, me has sorprendido. Te refieres a un sistema que te permita absorber la realidad o asumirla… si bueno, puede ser.” – contesta con muy poca convicción. Mi fantástica idea del hombre que se aferra a la ciencia como cura y salvación está derrotada.
Insisto con otra pregunta por el estilo: “¿Cómo ha cambiado con el Parkinson la relación mente, cerebro y cuerpo en tu trabajo? ¿Cómo se transformó tu forma de imaginar, de especulación intelectual, y de contemplación de los fenómenos físicos?”- contesta rápido y claro- “Yo no creo que haya habido cambios en mi forma de concebir la naturaleza por estar dañado, al no ser que preguntes a gente que ha tenido mucho trato conmigo y te diga ‘Ahí Rafa ha cambiado del todo… phumm’. Yo siempre he visto las cosas de una manera, ná más…” Con esta respuesta desmonta mi ultima grandiosa idea, la de una transformación radical en su forma de trabajar tras el Parkinson. El detalle final ha sido que en su respuesta está también, de forma sutil, la propuesta de un experimento para falsar su idea de que el Parkinson no ha cambiado su forma de concebir la naturaleza, en puro estilo Popperiano.
En el final de la conversación intento jugarme mis últimos cartuchos: “Duermo cinco horas por noche…” – “¿Desde que tuviste Parkinson?” –“No, desde hace siempre…”
¿Entonces que queda al final de nuestro encuentro? Queda Rafael Garrido Haba, una persona amable, inquieta, imaginativa, que ha tiene muchos intereses y que, entre las muchas cosas que han pasado en su vida, ha pasado también el Parkinson. Un acontecimiento más de su vida, que asume con sosegó, equilibrio y sensatez, sin la mínima intención de elevarlo a una dimensión épica, romántica o dramática que sea. Ahí sigue el científico: inquieto, imaginativo y amable.
Cuentan que de vez en cuando se le olvidó ir a revisión para que le cambien las pilas del implante de electrodos, este quizás es el único tópico que encontré: un astrofísico despistado más, ¡siempre con la cabeza en las estrellas!
Rafael Garrido Haba es natural de Baena (Córdoba), y hoy tiene 69 años: es jefe del grupo de variabilidad estelar del IAA, departamento de Física Estelar, representante español en la misión espacial COROT de la Agencia Espacial Europea, y ahora forma parte de la misión espacial PLATO.
[1] El IAA es hoy en día uno de los mayores centros de investigación del CSIC con casi 200 integrantes. Por su producción científica, es el segundo centro español en el área de Astrofísica y el séptimo entre los centros del CSIC en cualquiera de sus áreas de investigación.
[2] Popper resumió su modo de pensar en el concepto falsacionismo. La idea es así: una afirmación es falsable si es que es posible (aunque sea sólo en teoría) diseñar un experimento tal que uno de los potenciales resultados de ese experimento es que la afirmación sea falsa.