El espacio y los momentos de mi vida #mimomentoespæcial

Verano 1992

Con 12 años, en ocasión de mi primera comunión, mi tía Lora me regaló un telescopio, muy elemental, casi de juguete. Apuntaba a la luna, por la tarde noche, en el jardín comunitario de la casa de pueblo, y mis amiguetes hacían la cola para ver los cráteres lunares.

11 agosto 1999

Eclipse de sol total, ultima del segundo milenio, perfectamente visible desde Italia[1]. En el mismo jardín Davide, mi mejor amigo y compañero de la facultad de física, y yo. Llevamos dos espejitos de soldadura. Es EL evento astronómico, los periódicos lo escriben desde días y días atrás. Durante unos minutos hubo una repentina bajada de luz, una luz innatural nunca vista, la temperatura del ambiente se hizo en una pizca de frio y corrió un sutil vientecito a ras del césped. Escalofriante, de peli de terror, y emocionante, el mundo podía haber acabado en aquel puñado de minutos, como en las más clásicas profecías milenaristas. Muy sutilmente, y por pocos instantes, me lo creí.

Verano 2008

Sierra nevada: duermo en alta montaña a ras, bajo las estrellas. En mi personal modelo cosmológico estamos todos contenidos en el cielo, que es una gran bola de paño negrísimo, en la cual un tipo ha hecho muchos agujeritos con un alfil, algunos les han salido más fino, otros más gruesos y borrosos.

Invierno 2017

Empiezo a trabajar en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, departamento de variabilidad estelar: me toca entender los modelos matemáticos de pulsaciones de algunas clases de estrellas cuya actividad lumínica oscila en el tiempo.

Pero para eso me toca volver a empezar todo, arrancar otra vez con mecánica de los fluidos, física estadística, termodinámica, ecuaciones diferenciales en coordenadas esféricas. Tengo 37 años, y conforme (re)estudio mi viaje mental va marcha atrás: primer año de investigación en el extranjero (“¿Puedo dar un curso de mecánica de fluidos? ¡En la carrera no estaba en mi plan!”), primeros años de carrera (“La termodinámica, que aburrida, ¡nunca trabajaré de eso!”, durante los siguientes 10 años me ocupé de cosas afines a ese campo), primeros meses de estudio universitario (“Si solo me hubiese apuntado al bachillerado de ciencias… no hay quien lo entienda…”).

Semanas leyendo y recuperando entendimientos y lógicas de los trasteros de mi mente. Cansado y arrastrado, salgo del instituto, alzo la vista, bóveda celeste y estrellas. Elaborados modelos compuestos por ecuaciones diferenciales acopladas, que describen una enorme bola de gas, con sus distintas capas, diferentes por estados de la materia, reacciones nucleares, presión, temperatura, velocidad y flujo de energía. Esta enorme construcción del ingenio humano, estas enormes hipótesis, se validan solo y exclusivamente por la observación de luz procedente de un minúsculo punto luminoso: así aparece a nuestros ojos y a nuestros, más o menos complejos, telescopios una majestuosa estrella. Algunas presentan inestabilidades en su densidad, que oscilan regularmente, desarrollando patrones geométricos, al par los que se forman en la superficie de un tambor. Tambores de luz primitivos del universo. Me quito las gafas: “Así que también podéis vibrar…”.

En ese mismo momento, en una Delta-Scuti[2] a 19 años luz, o bien a 1.6·1014 km, alguien, una sombra (de mi), con un largo telescopio me está viendo, en el aula estudio rodeado de hojas garrapateadas, siguiendo el labial les digo a un compañero: “Si solo me hubiese apuntado al bachillerado de ciencias… no hay quien lo entienda…”.

2020

Llevo ya 16 años en el extranjero, hablo con mi madre casi todas las tarde-noches. Cuando veo la luna llena desde mi balcón se lo digo, para que ella también se asome a verla. Me gusta saber que estamos viendo el mismo satélite, como si estuviéramos en un museo, viendo la obra desde dos distintas esquinas de la sala. Al museo, como al cine, vamos en compañía para disfrutar cada uno por su cuenta del mismo arte. A veces me lo recordaba primero ella a mí, de asomarme.

Verano 2020

Ayudo mi sobrina en un trabajo de relatividad, para terminar el bachillerato. Descubro, investigando con ella, que si los relojes satélites GPS no tuvieran una corrección relativista, el margen de error de google maps no sería del orden de los pocos metros, sino del orden de los cientos de metros.

Cuando estudié relatividad en la carrera, año 2002, en esa prehistoria postmoderna cuando ni google maps, ni gps, ni smartphones al alcance de todos había, nos contaban de la precesión del perihelio de Mercurio como prueba definitiva de la teoría de la relatividad. Pero Mercurio estaba superlejos, y vete tú a fiar. Ahora, si el gps me manda a por pan al barrio de a lado en vez que a la tienda de la Conchi, que está en mi bloque, ahora si lo entiendo.


[1] https://www.repubblica.it/online/cultura_scienze/eclissi/zero/zero.html

[2] Las estrellas variables Delta Scuti o cefeidas enanas son un tipo de estrellas variables que muestran variaciones en su luminosidad debidas a pulsaciones radiales y no-radiales de su superficie.

1 comentario en “El espacio y los momentos de mi vida #mimomentoespæcial”

  1. Qué grandísima entrada y qué repaso tan entretenido sobre tu carrera científica. Me parece muy interesante introducir el factor emocional en un relato de divulgación científica. Un gusto estrenar el blog. Mucho éxito, compañero. Adelante!

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